Poco acostumbrado al academicismo, el protocolo y el protagonismo, fueron dos cosas sobre todo las que mantuvieron ayer a José Luis Romanillos sereno y con temple. Una fue su esposa, Marian Harris, pieza fundamental en un binomio que ha hecho de este constructor de guitarras e investigador una figura internacional. Otra, sus demás «mujeres», cuatro de sus guitarras que fueron testigos del acto. Y con estas dos sólidas bases, Romanillos (Madrid, 1932) encontró el apoyo suficiente para recibir con una humildad envuelta de orgullo la distinción de doctor honoris causa por la Universidad de Alicante, convirtiéndose en el primer guitarrero que recibe este reconocimiento en España.

Sus manos, que han dado forma a más de 300 guitarras, además de a numerosos instrumentos de cuerda pulsada, y que han tocado multitud de documentos históricos, permanecieron ayer cruzadas en señal de agradecimiento la mayor parte del acto de investidura, y después con la delicadeza con la que realiza lo que considera «obras de arte» se ajustó el birrete y tomó los guantes de manos del rector, Manuel Palomar, en un acto poco habitual: el ADDA fue el escenario elegido, no solo por tratarse de un honoris causa relacionado con la música sino por el hecho de que cuatro de los mejores intérpretes de ese instrumentos quisieron tocar alguna pieza utilizando guitarras construidas por Romanillos, cada una de las cuales, además, tiene su propio nombre.

El violero agradeció «este honor». Lo hizo varias veces. A las instituciones, primero. A su esposa, a continuación. «Siempre me guió el entusiasmo para que un día la guitarra española llegará a la universidad y este reconocimiento lo recibe en cierto modo aquel joven de 13 años que a principios del siglo pasado era aprendiz de ebanista y quería ir a la universidad a estudiar Filosofía y Letras porque amaba la lectura». Pero el destino, aseguró, le robó esa oportunidad. «Hoy gracias a este doctorado puedo aplacar ese hostigamiento que me provocó el destino».

El ya doctor honoris causa recordó su llegada a Londres, su amor por los clásicos, «el acoso del frío londinense» y la búsqueda de una salida «a ese embarazo emocional». Ahí fue cuando se planteó construir una guitarra «para aplacar ese desasosiego». Contó al atento auditorio cómo encontró un libro en una biblioteca londinense que explicaba cómo construir una guitarra, cómo consiguió la madera de la barra de un pub que acababan de desmontar y cómo después de cuatro meses aquello sonó. Y sonó bien.

También habló de cómo conoció a Marian Harris, del regalo de boda de ella: una caja de herramientas para madera; cómo Julian Bream, entonces uno de los mejores guitarristas clásicos del mundo, le compró dos guitarras para hacer una gira internacional; cómo empezó investigar ante «el desaguisado» con el que se encontró en torno a los orígenes de los instrumentos de cuerda pulsada y su construcción. Y habló de sus libros y del futuro. «Algo hemos hecho para corregir esa imprecisión, pero queda todavía mucho por hacer».

Antes, el rector honorífico de la Universidad de Alicante Antonio Gil Olcina se encargó de dar la laudatio, para hablar de «un mundo extraordinario», afirmó, «el mundo de un violero grandioso como es José Luis Romanillos». Para ello recordó como el Daily Mail lo definió como el Stradivarius de la guitarra y el más importante violero vivo. Habló de la tradición guitarrística en Alicante, con nombres como Quintín Esquembre, José Tomás, José Luis González o la Orquesta Wagneriana, y del proyecto Alicante Guitarra Clásica, que se ha puesto en marcha con la colaboración de la Universidad de Alicante, la Diputación y el Ayuntamiento de la ciudad. También del Máster de Guitarra, cuyos alumnos de la segunda edición, procedentes de diversos países, asistieron atentos al acto.

Gil Olcina definió esta investidura como «un acto de reivindicación de la guitarra clásica como el instrumento más universal» y la trayectoria «profesional» del nuevo doctor honoris causa «solo debido a su trabajo y su humildad». Tuvo palabras también para Marian Harris, con la que forma «una pareja perfecta», sin la que «sería imposible entender su trayectoria investigadora».

Después de las palabras del rector honorífico, las guitarras romanillos sonaron en el escenario. Primero de la mano de Carles Trepat.

Después de las de la guitarrista griega Antigoni Goni. Una muestra del «sonido español» que caracteriza sus instrumentos.

El rector, Manuel Palomar, entregó la medalla, el birrete, el Libro de la Ciencia, el anillo y los guantes. Y este acto protocolario dio pie a un pequeño recital a dúo de David Russell y del alicantino Ignacio Rodes. «Tenemos un gran respeto y cariño por la gran persona que eres y por los grandes instrumentos que nos has ofrecido durante todos estos años», aseguró Russell dirigiéndose a Romanillos, antes de interpretar Castilla de Albéniz.

Manuel Palomar cerró el acto recordando que fue una propuesta de la sociedad civil, respaldada «por el magisterio de la guitarra», la que ha llevado a Romanillos a ese acto, lo que demuestra que «la sociedad civil y las instituciones públicas son vasos comunicantes». Por ello, «la Universidad de Alicante se enorgullece de contar con quien ha sabido aunar tradición e innovación preservando un patrimonio único».

La ovación fue unánime y Romanillos estaba allí. Pero le faltaba algo. Hasta que los aplausos llevaron a Marian Harris a subir al escenario. Entonces sí. José Luis Romanillos, doctor honoris causa por la Universidad de Alicante. Con Marian Harris. Y con cuatro de sus guitarras.